Pink Floyd - 1967 - The Piper at the Gates of Down -


En ocasiones, es fácil conjugar las palabras "loco" y "genio". El caso de Syd Barrett, en paz descanse, el que un ser capaz de cargarse a la espalda la paternidad de crear un género como la psicodelia inglesa acabe plantando champiñones en una casucha de Cambridge, es uno de los mejores ejemplos.

Saludado por toda generación posterior como padre, gran luz y guía, Barrett solo tuvo mecha mental para este disco con Pink Floyd, grabando luego dos delirios en solitario en el que su locura ya era tan patente como su genialidad.

Bien es cierto que Pink Floyd sobrevivió a Barrett, pero no fue lo mismo. La mente inundada por LSD del fundador del grupo, al que le puso el nombre de dos músicos de jazz y blues, plasmó en este disco un universo mental quebrado, mitad pesadilla delirante y mitad cuento infantil, que emociona y aterra por partes iguales.

Nos encontramos ante un disco de pura psicodelia inglesa, con líneas pop deformadas por teclados imposibles distorsionados, aullidos, guitarrazos, pasajes ambientales, efectos de saturación... todo un arsenal de recursos electricos. Pese al protagonismo y carisma de Syd, el grupo está muy presente en el trabajo e incluso contribuye en la composición de dos de los temas más representativos del disco, siendo otro de ellos para un jovenzuelo Roger Waters.

Desde los primeros compases, con una guitarra pulsando en morse el apabullante inicio de "Astronomy Domine", el disco abre un abanico de sensaciones al oyente. Desde las primeras canciones de cuna hasta los primeros devaneos instrumentales de "Pow R. Toc H.", llegando al climax de la soberbia y desquiciante "Interstellar Overdrive" para caer de nuevo hacia la tranquilidad y extraño optimismo de las fábulas de campiña inglesa y abrazar la cierta locura de "Bike" y su escalofriante final.

Pese al aparente caos, no deja de estar todo medido en este disco. El grupo, grabando en Abbey Road, suena perfecto y el trabajo instrumental parece simple pero es descomunal. Cada sonido, solo y golpe de batería ocupa su lugar inamovible e imprescindible dentro de la red lisérgica que teje cada canción, y el grupo se revela como técnicamente sobresaliente. Todas las canciones transmiten de forma fría una serie de estados de ánimo que pueden afectar fácilmente al que escucha el disco. Las letras de Barrett, infantiles y cósmicas, vomitadas por el uso creativo de alucinógenos, acentúan aún más si cabe el matiz dual del disco, esa mezcla entre oscura pesadilla e inocencia, sólo rota, más bien destrozada, por el ya mencionado viaje astral de "Interstellar Overdrive", un instrumental de guitarras delirantes que rebusca en los pozos más ocultos del universo mental de Pink Floyd.

Un disco, sencillamente, imprescindible. Una obra considerada primera en su género y que resume como ninguna otra cosa una época de la historia de la música en la que el flower power empezaba a agonizar lentamente para dar paso a sus propias pesadillas, además de ser el primer largo de una banda que marcaría una estela profunda en la evolución del rock moderno y el pasaporte a la locura de uno de esos genios del que todo el mundo recuerda su obra sin recordarle a él.

1. Astronomy Domine
2. Lucifer Sam
3. Matilda Mother
4. Flaming
5. Pow R. Toc H.
6. Take Up Thy Stethoscope And Walk
7. Interstellar Overdrive
8. The Gnome
9. Chapter 24
10. Scarecrow
11. Bike

Algo del disco:



El disco comienza transportándonos al espacio desde antes de los primeros tonos de guitarra con ese micrófono estelar. "Astronomy Domine" es con mucho la mejor canción del disco y lo mejor que Pink Floyd grabaría en unos 4 años. La canción no crea tensión, es tensión pura desde el inicio mismo. Sonidos estelares, magníficos, un surf llevado a extremos jamás sospechados ni igualados, los juegos de sonido que logran en la versión Stereo… uno lleva a preguntarse cómo es que se lograron dichos sonidos en pleno ‘67. Y es que ciertamente, este disco suena absolutamente revolucionario en un año en que todo lo que se hacía era revolucionario, dejando incluso a Sgt. Peppers en segundo plano en cuanto a efectos y con mucho menos plata. Escuchen la versión stereo con audífonos y me creerán. Una Delicia! Mason logra un papel estelar en la canción junto con Barret. Una canción oscura, pero no oscura como las atmósferas de los Doors, sino por traslucir una genialidad insana, adelantada, aparentemente absurda y viciada… No fake! Ni siquierea Gilmour pudo darle jamás la misma intensidad a las versiones en vivo.

Sin bajar la intensidad, el disco sigue con "Lucifer Sam". Otro tema basado en armonías Surfers. Más depurado en cuanto a guitarra, pero quizá con la misma intensión y resultado que Astronomy. Sin ser una canción cósmica, sigue evocándonos galaxias y estrellas con esa guitarra demente, sin parar un solo segundo. El riff es delicioso, el mejor que Syd compuso jamás. La canción es plenamente soportada por el resto de los músicos, y los efectos no defraudan un solo segundo aunque nunca son sobreexplotados como en la canción que abre el disco. Sin duda, otro de los puntos fuertes del LP.

Sigue "Matilda Mother". Una canción más lenta, que remonta a la infancia de Syd. Pronto la canción sube de intensidad y Waters se discute con unas escalas simplemente deliciosas en el bajo. Lugo viene un puente psicodélico a cual más, con los teclados orientales de Wright sirviendo de fondo al Shhhh Ahhhhh de Barret. Para ser la primera canción sin influencia Surf en el disco, no está nada mal. De hecho, es otro de los puntos destacados del álbum. Las atmósferas no dejan de desencajar con las primeras canciones.

Los tonos bajos y aullidos que anteceden la cuarta canción nos dejan a la expectativa. Sin embrago, "Flaming" baja un poco respecto a las anteriores. Con un poco más de armonía, la guitarra no destaca demasiado y quizá ese es el problema. Pero Wright hace un papel destacado desde que empiezan a sonar los teclados. La canción es floja, pero tampoco es una aberración que duela a los oídos. Al contrario, con el tiempo uno llega a disfrutarla cada vez más, pero reconociendo sus limitantes.

"Pow R. Toc H." empieza con un gancho formidable que se repetirá eventualmente en la canción: el Shhhht Shhhht atrapa desde el primer segundo, y desde ahí, Barret dirige a la banda haciendo sonidos demenciales. Luego Wright inicia un solo que suena exquisitamente jazzero, lento, a puro piano, como raras veces se le escucha. Luego todo se aloca un poco y Syd comienza un solo de guitarra angustiante, que a poco se va fusionando con un teclado que deja toda cordura para seguir el espíritu de la guitarra. Una pieza instrumental que regresa a la influencia Surf, pero basada esta vez en teclados y no en guitarra, resultando en un sonido ligeramente distinto pero sin dejar de sonar a una psicodelia demente.

Viene luego "Take Up Thy Stethoscope And Walk". Esta es una composición de Waters… Y uno de los puntos más bajos del disco. Definitivamente a Roger le faltaba muchísimo camino que recorrer como autor. Básicamente la canción tiene un par de notas como armonía y el resto es una improvisación en la que los Floyd no salieron en su mejor día. Nuevamente Wright se lleva las palmas, esta vez incluso por encima de Barret. Por lo demás, nada memorable.

Afortunadamente viene luego otra canción surfy: "Interestellar Overdrive", que bien pudo haber dado nombre al disco. Esta es otra canción instrumental con riff potente, variaciones en cuanto a partes, experimentación en todos los instrumentos… La canción va degradándose hasta llegar a un ruido informe por ahí del minuto 1:40 hasta caer casi al silencio en el 2:20. Insisto, no es manejo de tensión, sino que la banda crea prácticamente el mismo nivel de tensión desde el inicio y solo juega con él a lo largo de las canciones. Este es el mejor ejemplo. En medio del caos musical sin aparente sentido, todo parece sacado del soundtrack de una nefasta película de Capulina contra el Dr. Mefisto que se alarga por mucho,muuuucho tiempo cuando finalmente al minuto 8:40 un redoble de platillos regresa a todo al riff inicial con un efecto tremendo cambiando de una auricular o una bocina a otra. El caos de la parte media es un tanto excesivo, sobre todo por el tiempo que Syd y compañía nos hacen pasar escuchando sus experimentaciones. Pero a fin de cuentas, tremendo riff y efectos con las bocinas, terminan valiendo la pena y colocando a esta canción como un referente cósmico del álbum.

Siguen con "The Gnome". Waters hace algunos arreglitos interesantes. Salvo esto y que nadie jamás había echo una canción sobre gnomos, la canción es totalmente olvidable. Armonías lindas.

No más. "Chapter 24" es aun peor. Las armonías son debíles y ni si quiera hay batería. No tengo nada contra las canciones SIN batería, pero creo firmemente que a esta le hubiera ayudado enormidades. La letra es quizá lo más rescatable, pero de baja calidad para un tipo como Barret. Ni los juegos de voces del final rescatan la canción.

En "Scarecrow" logran al menos su cometido de dar un aire medio oriental. Wright se ehca de nuevo el peso de la banda en los hombros. Mason hace un raro juego de sonidos con sus palillos sin tocar siquiera los platos. Waters brilla por su ausencia hasta los 2 minutos. Prácticamente en la coda. Ni mal ni bien…

El disco debut de Pink Floyd termina con "Bike", otra canción psicodélica, llena de brillo y sin sonidos cósmicos, lo cual ya hubiera sido abuso. Laspalmas van a las letras y a la armonía compleja. Las letras son aniñadas, simples, con rimas sencillas y pero muy pegajosas, así como la armonía principal. Si no fuera por el final estridente, raro y atónico, con ese sonido como de gansos en manifestación en periférico, ésta sería incluso una canción linda. No sé si para tanto como para dormir a un bebé, pero sería linda.


Gran disco, sin duda. De los mejores de ese mítico 1967. Si tiene un 9 es sólo por los límites que la misma banda rompería unos año después tras finalmente superar la separación de Syd Barret. Pero sin duda es un referente de su época y jamás pudo ser igualado por cantidad de imitadores que le salieron… Incluyendo a los Floyd.

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